¿Estás deprimido o
ansioso? Contrario a lo que piensas no estás solo. Te sorprendería saber
que esto es más común de lo que te imaginas. Cerca de un 10% de la población mundial está afectado por una o ambas de estas patologías.
Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre 1990 y 2013, el número de personas con depresión o ansiedad aumentó de 416 millones a 615 millones, lo que equivale a un incremento cerca de un 50% en el número de casos.
Estos trastornos cuestan a la economía mundial cerca de un US$1 billón al año tanto en forma
directa como indirecta por el costo del tratamiento y la pérdida de
la productividad asociada, respectivamente.
¿Cómo esto influye en mi?
La depresión y la ansiedad afectan significativamente todas las esferas de la vida de los
individuos y suelen presentarse simultáneamente
en muchos pacientes. Tristeza, desasosiego, falta de concentración, alteraciones
del sueño, alteraciones del apetito, cansancio, debilidad, hiperreactividad,
falta de energía, aislamiento, miedo o ideas perturbadoras son comunes en ambos
trastornos.
Muchas personas brillantes y con un futuro a todas luces prometedor ven colapsadas sus vidas, carreras, estudios y relaciones
interpersonales a causa de estos males, socavando su autoestima y llevándoles en los casos más extremos al suicidio.
A pesar que la ansiedad y la depresión son enfermedades tan
comunes como la diabetes y la hipertensión, aún siguen siendo una causa de estigma y discriminación por parte de
quienes no entienden o no aceptan que son enfermedades, que no constituyen un signo
de debilidad, fracaso o incapacidad y que es preciso buscar ayuda de un experto.
¿Por qué me siento así?
Si bien es cierto que las adversidades, el estrés y el estilo de vida apresurado
que llevamos son factores desencadenantes de crisis, no es menos cierto que hay
implicaciones biológicas, genéticas y
bioquímicas como lo evidencia el hecho de que muchas veces no hay un factor
identificable como un pérdida o fracaso que pueda asociarse a las mismas.
La investigación científica ha demostrado que existe mayor
riesgo de padecer ansiedad y depresión si tenemos antecedentes familiares, probabilidad que aumenta mientras más
cercano es el parentesco de las personas afectadas.
Un desbalance en la bioquímica
cerebral también se encuentra asociado a estas patologías, en especial el
neurotransmisor llamado serotonina
cuyo déficit se asocia directamente a la depresión.
¿Qué puedo hacer al
respecto?
1. Acepta que tienes un problema de salud mental que requiere atención de un profesional. Eres humano y por ende vulnerable. No debes sentirte culpable por ello. Es una enfermedad, no una derrota.
2. Determina la magnitud del problema y cómo éste afecta las diferentes facetas de tu vida.
3. Busca ayuda de un profesional de la salud mental. Es posible que un psiquiatra deba indicarte ansiolíticos o antidepresivos por un tiempo hasta que estés mejor. También es importante visitar un psicólogo que te ayude a organizar tus ideas, trabajar con tus conflictos y ayudarte a desarrollar la capacidad de afrontamiento ante la adversidad. Algunos cambios en tu estilo de vida como cambios de alimentación, ejercicio y actividades pueden ser de utilidad.
4. No te aísles. Busca refugio en tus seres queridos: familia, pareja, amigos o comunidad. Las redes de apoyo y la comprensión de los demás contribuyen significativamente en la recuperación de los pacientes.
5. Ten paciencia. La cura no ocurre de la noche a la mañana y pueden presentarse crisis recurrentes a lo largo del tiempo. No obstante, siempre hay solución si estás dispuesto a dar la pelea.
6. Cree en ti. Es posible tener una vida plena y salir airoso del proceso pero depende de ti y tu disposición a lograrlo.
Recuerda que la vida no
admite representantes
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