07 febrero, 2014

Somos Agua


El agua es el componente esencial y más importante de todos los tejidos corporales. Constituye alrededor del 55-65% del peso corporal de un individuo promedio, lo cual varía de acuerdo al sexo, la edad, la masa muscular y la proporción de grasa de nuestro organismo, siendo mayor en niños y menor en mujeres y personas obesas. La mayor parte se encuentra en el interior de las células.

Interviene en todas las reacciones metabólicas, en la digestión, la absorción de nutrientes, la eliminación de desechos, la circulación sanguínea (siendo un componente fundamental de la sangre), el transporte de sustancias, el mantenimiento de la temperatura corporal, la producción de secreciones y sustancias diversas,  el mantenimiento de la constancia física y química de los líquidos corporales, entre otros procesos esenciales para la supervivencia.

El volumen habitual de ingreso de agua en una persona promedio, que se hidrate adecuadamente, es de unos 2,300 ml al día. El cuerpo la obtiene principalmente de la ingestión de líquidos, de preferencia en su forma natural. Sin embargo, también la encontramos en diferente cantidad en los alimentos, principalmente en frutas y verduras. Otra fuente de agua es el metabolismo de los nutrientes por parte del organismo para obtener energía.

Perdemos agua por diferentes vías. La más importante es la vía urinaria, seguida de la piel con la transpiración. También perdemos agua en las heces y la respiración. La pérdida diaria de líquidos varía de acuerdo al clima, la actividad física o la condición de salud. Un individuo sano, a temperatura normal, pierde alrededor de 2,300 ml, manteniendo así el equilibrio. Sin embargo, si se está en un clima cálido o se hace ejercicio prolongado pueden perderse unos 3,300 o 6,600 ml, respectivamente. En el caso de quemaduras y enfermedades febriles, diarreicas o respiratorias, la pérdida puede ser aún mayor de acuerdo al grado o intensidad de la enfermedad.

La pérdida de un 10% de agua corporal ocasiona trastornos graves que implican: sed intensa, malestar, pérdida del apetito, diminución de volumen sanguíneo con la consiguiente alteración de la circulación, alteración en el rendimiento físico ameritando un mayor esfuerzo, dificultad para concentrarse, dificultad para regular la temperatura corporal, debilidad, pérdida del conocimiento, dificultad respiratoria, espasmos musculares, delirio, insomnio y falla renal. La pérdida del 20% de agua en el organismo puede ocasionar la muerte.

Un organismo sano no almacena agua, por lo que la cantidad que perdemos cada 24 horas debe ser restituida para mantener la salud y el adecuado funcionamiento del organismo. En circunstancias normales, se requiere unos 35 ml/kg de peso en los adultos, 50-60 ml/kg de peso en niños y 150 ml/kg de peso en lactantes. Lo que se traduce en alrededor de 2.5 litros de agua al día en un adulto promedio.


Aunque la sed suele ser el mejor indicador de que debemos hidratarnos, hay que tomar en cuenta que los lactantes, atletas, enfermos y ancianos suelen tener disminuido este reflejo, así como estar en un clima frío nos produce menos sed. Algunas personas pueden creer que tienen hambre cuando realmente lo que su cuerpo necesita es agua. Esto se atribuye a la resistencia de muchos a beber líquidos y al hecho de que también los alimentos son fuente de líquidos.

Lo importante es crear hábitos de vida saludables que impliquen el consumo regular de agua, sintamos sed o no. De esta manera conservamos la salud y evitamos enfermedades.