El agua es el componente esencial
y más importante de todos los tejidos corporales. Constituye alrededor del 55-65%
del peso corporal de un individuo promedio, lo cual varía de acuerdo al sexo, la
edad, la masa muscular y la proporción de grasa de nuestro organismo, siendo
mayor en niños y menor en mujeres y personas obesas. La mayor parte se
encuentra en el interior de las células.
Interviene en todas las
reacciones metabólicas, en la digestión, la absorción de nutrientes, la
eliminación de desechos, la circulación sanguínea (siendo un componente
fundamental de la sangre), el transporte de sustancias, el mantenimiento de la
temperatura corporal, la producción de secreciones y sustancias diversas, el mantenimiento de la constancia física y
química de los líquidos corporales, entre otros procesos esenciales para la
supervivencia.
El volumen habitual de
ingreso de agua en una persona promedio, que se hidrate adecuadamente, es de
unos 2,300 ml al día. El cuerpo la obtiene principalmente de la ingestión de
líquidos, de preferencia en su forma natural. Sin embargo, también la
encontramos en diferente cantidad en los alimentos, principalmente en frutas y
verduras. Otra fuente de agua es el metabolismo de los nutrientes por parte del
organismo para obtener energía.
Perdemos agua por
diferentes vías. La más importante es la vía urinaria, seguida de la piel con
la transpiración. También perdemos agua en las heces y la respiración. La
pérdida diaria de líquidos varía de acuerdo al clima, la actividad física o la
condición de salud. Un individuo sano, a temperatura normal, pierde alrededor
de 2,300 ml, manteniendo así el equilibrio. Sin embargo, si se está en un clima
cálido o se hace ejercicio prolongado pueden perderse unos 3,300 o 6,600 ml,
respectivamente. En el caso de quemaduras y enfermedades febriles, diarreicas o
respiratorias, la pérdida puede ser aún mayor de acuerdo al grado o intensidad de la
enfermedad.
La pérdida de un 10% de
agua corporal ocasiona trastornos graves que implican: sed intensa, malestar,
pérdida del apetito, diminución de volumen sanguíneo con la consiguiente
alteración de la circulación, alteración en el rendimiento físico ameritando un
mayor esfuerzo, dificultad para concentrarse, dificultad para regular la
temperatura corporal, debilidad, pérdida del conocimiento, dificultad
respiratoria, espasmos musculares, delirio, insomnio y falla renal. La pérdida
del 20% de agua en el organismo puede ocasionar la muerte.
Un organismo sano no
almacena agua, por lo que la cantidad que perdemos cada 24 horas debe ser
restituida para mantener la salud y el adecuado funcionamiento del organismo.
En circunstancias normales, se requiere unos 35 ml/kg de peso en los adultos,
50-60 ml/kg de peso en niños y 150 ml/kg de peso en lactantes. Lo que se
traduce en alrededor de 2.5 litros de agua al día en un adulto promedio.
Aunque la sed suele ser
el mejor indicador de que debemos hidratarnos, hay que tomar en cuenta que los
lactantes, atletas, enfermos y ancianos suelen tener disminuido este reflejo, así
como estar en un clima frío nos produce menos sed. Algunas personas pueden creer que tienen hambre
cuando realmente lo que su cuerpo necesita es agua. Esto se atribuye a la resistencia
de muchos a beber líquidos y al hecho de que también los alimentos son fuente
de líquidos.
Lo importante es crear hábitos de vida saludables que impliquen el consumo regular de agua, sintamos sed o no. De esta manera conservamos la salud y evitamos enfermedades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Qué opinas de esto?